viernes, 20 de mayo de 2011

PATERNIDAD Y MATERNIDAD DIVINA EN NOSOTROS - II


PARTE II

Para recibir el don de la paternidad y maternidad divinas ante todo es importante que la gracia nos envuelva y nos cambie. Si no somos regenerados, no podemos ser padres y madres de la vida divina., pues estaremos privados de ello.
Podemos incluso realizar grandes empresas con trasfondo religioso o humanitario, predicar catequesis refinadas o lecciones de teología, pero si no somos transformados en la vida de Dios, tampoco la podemos transmitir.
Si, en cambio, permitimos que la gracia nos envuelva, nos transforme y nos eleve, nada podrá impedir a la vida divina que nos utilice como sus canales.
No hay potencia alguna que pueda detenerla, nadie puede oponerse, ni siquiera la muerte o los infiernos.
En el bautismo nos convertimos en Hijos de Dios, pero  no basta. Debemos ser padres y madres: ésta es una fe adulta. De aquí parte nuestra misión. ¿Pero quién acoge este don de Dios? Pocos. Quien se une completamente a Dios y desea entrar en una comunión mística con Él, lleva a término la llamada del cristiano. La Iglesia no ha vacilado ni tardado en elevar a los altares a esos grandes santos que han sido padres y madres: en Madre Teresa y en el Padre Pío se percibían la maternidad, la paternidad, se sentía la vida que pasaba a través de ellos. Y sin embargo no todos los santos han vivido este tipo de experiencias.




¿Donde y cómo las madres y los padres pueden ?expresarse?
Sabemos por los medios de comunicación cuántos y cuán graves peligros está viviendo hoy la humanidad. La creación nos ha sido confiada para que Dios la gobierne a través de nosotros; por ello, es necesario que la oración ardiente que debe manar de nuestra maternidad y paternidad en favor de todas las criaturas sea una oración a través de la cual Dios actúe potentemente con su gracia. Si el don de la paternidad y maternidad divina dentro de nosotros estuviese vivo, reconoceríamos claramente que todos somos sacerdotes, mediadores; esta es la chispa que recibimos en el bautismo y que hace de nosotros un pueblo sacerdotal. El don está dentro de nosotros.
La historia tiene sus caminos: tiene crisis, revueltas, momentos triunfantes. Hay muchos elementos que nos sugieren que ha llegado el momento del triunfo de María Santísima, de su maternidad. Sus apariciones resplandecerán; los tiempos están maduros. Las visitas a Medjugorje se afirmarán de modo potente, pero hacen falta padres y madres, hombres y mujeres que generen la vida nueva, para que el Espíritu Santo pueda actuar a través  de ellos, tal como hizo con los apóstoles.
 Preguntémonos qué es lo que queremos: ¿los relatos, las visiones, las palabras o al Dios vivo que genera a su Hijo, -la Palabra viva -dentro de nosotros- ?
Hay una diferencia abismal. Si escogemos las oraciones y las devociones que aburren a Dios y no acaban nunca -comenzadas y no acabadas, escuchadas y no sentidas- no recibiremos la vida y no sabremos cómo ésta debe fluir a través de nosotros. Es necesario en cambio que escojamos pertenecer a Dios y Él transmitirá la vida.
Ya no se podrá decir más: "¿Dónde está Dios?", porque todos lo veremos. Ya nadie preguntará: "¿Cómo es Dios?", porque lo captaremos. Toda la historia tiende a alcanzar su vértice: el Dios- con nosotros y nosotros- con Dios-. En la Sagrada Escritura, desde el principio, se anuncia a la Mujer que aplastará la cabeza del enemigo.


Nuestra Señora de todos los Pueblos


A la luz de todo lo que hemos dicho, podemos añadir que serán los padres y las madres -unidos a María- los que aplastarán la cabeza de la serpiente antigua.
Aquellos que generen la vida serán también aquellos que acabarán con la muerte y con aquél que la ha generado.
Es una bella llamada. A esto nos llama Dios.**


                                                      Padre Tomislav Vlasic




(almas_peq)

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