martes, 9 de agosto de 2011

EN CAMINO HACIA EL SEÑOR


¿Cuáles son los instrumentos útiles para recorrer el luminoso camino de la Fe?


Ante todo la oración, porque la gracia debemos pedirla. Ciertamente, también es útil conocer, informarse, estudiar, pero hay un tipo de conocimiento que sólo llega a través de la fe ( a veces la razón puede ser un obstáculo en el encuentro con el Señor). San Agustín afirmaba la necesidad de "pensar según la fe", precisamente  porque ésta es la que nos permite llegar a determinadas verdades que de otra manera no podríamos conocer con nuestra razón humana.
Esla oración pues la que nos permite conocer al Señor a través de la fe. ¿Pero qué debemos hacer en la oración?
Es sencillo: meditar, reflexionar sobre los grandísimos misterios que implica nuestra vida de Hijos de Dios. Este, en el fondo, es el auténtico sentido del Rosario, interiorizar en la oración los misterios de su vida para poder transformarlos en realidades vividas cotidianamente. Estos misterios, en definitiva, deben "convertirse en nosotros".


Está claro que la Sagrada Escritura debe ocupar un lugar central en la vida espiritual, porque nuestra mente debe purificarse, el hombre viejo debe morir, y esto es posible únicamente a través de un cambio de mentalidad (la palabra griega metanoia-conversión- significa esto precisamente: cambio de mentalidad) Nosotros que vivimos en el mundo, que vemos en la televisión tanta publicidad, que oímos todo tipo de noticias, no nos damos cuenta que podemos ser formados no según el Corazón de Dios. Y es entonces cuando viene a socorrernos su Palabra, en la que encontramos toda verdad: si la leemos, si la meditamos, si la interiorizamos, experimentaremos cómo poco a poco esta Palabra se hará nuestra y comenzará a hablar en nuestro corazón. Diría que ésta es justamente la finalidad de la oración.




Obviamente la Santa Misa es siempre el corazón de nuestra vida espiritual, porque es la Eucaristía la que nos hace renacer desde dentro, la Eucaristía es el pan vivo que necesitamos para vivir. A menudo buscamos afanados algo que nos alimente, y quizás ni siquiera vamos a misa los domingos... ¡Pero es imposible tener una vida espiritual sin el alimento-divino! Por esto Jesús nos ofrece este alimento para que aprendamos a ofrecernos nosotros mismos, pues también nosotros somos Eucaristía, somos un sacrificio con nuestras fatigas, con toda nuestra existencia que debemos ofrecer junto al sacrificio de Jesús.




Finalmente, el diálogo con Dios, un diálogo que nace sobre todo de una necesidad interior nuestra de un deseo profundo de Dios. Nuestras pasiones, nuestros deseos deben tender a lo alto, como el fuego (tal como nos sugiere S. Agustín), deben ser una incesante oración que no es más que el deseo continuo de Dios.
Es la oración pues la que nos abre a este mundo que me atrevería a llamar "aventurado", la que nos da la fe, la santa esperanza y naturalmente la caridad. Pero a la oración querría unir el ayuno -igualmente importante- pues no se puede concebir un crecimiento espiritual sin el sacrificio. Nuestra naturaleza nos conduce constantemente al pecado, mientras que el ayuno nos ayuda "a levantarnos" y a dirigir nuestras fuerzas interiores hacia Dios.




El ayuno tiene en sí una fuerza positiva que nos hace comprender que sólo en el Cielo nos sentiremos saciados. A menudo vamos detrás de las cosas o nos hacemos fácilmente dependientes de las personas con la esperanza de que puedan darnos una felicidad plena.
Y entonces el ayuno, el hambre que tenemos cuando ayunamos, nos ayudan a comprender que nunca estaremos saciados en la tierra y que hay cosas que Dios ha preparado para los que lo aman que "nunca ojo humano vio ni oído humano oyó".


¡Pidamos ayuda a María para hacer todo esto! La espiritualidad mariana, tal como yo la entiendo, es muy sencilla, una sencillez que nos lleva a nuestra alma, a nuestra interioridad, porque sólo tomando conciencia de nosotros mismos, de nuestro ser, podemos iniciar desde allí nuestro camino hacia el Señor.




                                            JELENA  VASILJ




(s.b.)

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