LA ESPIRITUALIDAD DE:
SAN JUAN DE LA CRUZ
"Y, aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal,
no es tan crecido mi mal,
porque, si de luz carezco,
tengo vida celestial.
Porque el amor da tal vida,
cuanto más ciego va siendo,
que tiene al alma rendida,
sin luz y a oscuras viviendo."
El renombre de Juan de la Cruz lo precede de tal modo, que es difícil no vernos tentados de volver atrás, aun antes de conocer su semblanza espiritual.
El es habitualmente considerado el maestro espiritual por excelencia de occidente. Nadie mejor que él puede conducir al alma enamorada más profunda, insistente y libremente, ni puede encaminarla mejor hacia los misterios de la unión personal con Dios. Aun para quienes no han leído ni una sola de sus palabras, su nombre evoca misteriosas noche oscuras del alma, que pueden parecer, a un principiante fácil desanimar, más aterradoras que atrayentes. Por eso, muchas personas consideran que sus escritos se dirigen solo a aquellos que están muy avanzados en el camino espiritual, y no son apropiados ni accesibles para quienes están dando sus primeros pasos, muy bien intencionados pero tambaleantes.
Las cosas de las que hemos llegado a depender, y con las que hemos llenado el cofre de nuestra esperanza espiritual: nuestros recuerdos, imágenes, nuestras acostumbradas palabras, serán a la luz de Juan de la Cruz no ya recursos para nuestro crecimiento, sino obstáculos que deben ser abandonados para que Dios pueda ocupar nuestras vidas con el don de sí mismo. Juan insistirá en que no podemos llegar a ninguna parte hasta que muramos a lo que siempre hemos considerado como vida.
El mensaje de Juan trata de volver el día en noche.Seguiremos nuestro itinerario sin ilusiones, excepto, por supuesto aquella a las cuales insistamos en aferrarnos, y conociéndonos a nosotros mismos, podemos estar seguros de que habrá muchas de éstas.Él creó su obra poética, el Cántico Espiritual, en una celda conventual, y pasó la mayor parte de su vida monástica viajando miles de millas a lo largo y a lo ancho de España
Como ayudaba a Teresa de Ávila, se encontraba muy involucrado en la confusa política de la reforma de la orden Carmelita. Este hombre, el más grande entre los místico, encontró la unión con Dios en los agotadores detalles y exigencias del vivir de cada día. No hay, después de todo, ningún otro lugar para encontrar a Dios más que allí donde nos encontremos. Y esto se aplica tanto a grandes santos, tales cono San Juan de la Cruz, como a principiantes que van tropezando por el camino, al igual que nosotros.
La noche del alma
comienza en el momento
en que miramos alrededor
y vemos que todas las cosas del cielo y de la tierra,
a las cuales estamos tan firmemente apegados
comparadas con Dios, nada son.
"Miré a la tierra", dice Jeremías
"Y estaba vacía, y ella nada era;
y a los cielos,
y vi que no tenían luz" (Jer 4,23)
Comprendemos en ese momento
que nuestras aficiones a estas cosas
son apegos a lo que es menos que nada.
Son impedimentos para alcanzar a Dios,
y transformarnos en él.
Entendemos que nunca
comprenderemos la verdad,
mientras dependamos de nuestras propias luces,
que nunca comprenderemos a Dios,
mientras estemos apegados a sus criaturas.
Toda la hermosura de las criaturas,
comparada con la infinita hermosura de Dios
Y toda la gracia y elegancia de las criaturas,
comparada con la gracia de Dios,
es desabrida.
Y toda la bondad de las criaturas del mundo,
comparada con la infinita bondad de Dios,
se puede llamar malicia.
Sabemos que mientras estemos
atrapados por los apegos a las criaturas,
seremos incapaces de unirnos con Dios.
Hasta que nos purifiquemos de estos apegos
no estaremos en condiciones
de poseer a Dios,
ni en esta vida ni en la otra.
Así comienza la noche del alma.-
(S.B.)
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