SENTIDO BÍBLICO Y PATRÍSTICO DEL CORAZÓN
Son innumerables las citas que encontramos en el Antiguo y
Nuevo Testamento sobre el Corazón con un significado espiritual y trascendente que repercute en todo el ser: Joel 2,13, nos dice:"Dios escudriña los corazones". Proverbios de Salomón 16,23:"El corazón del sabio hace prudente su boca"
Ezequiel 26,26: "Os daré corazón nuevo y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne".Cuando Salomón pide a Dios la sabiduría, Dios le da un corazón capaz de escuchar... en una palabra lo une a una actitud de escuchar con el corazón y la sabiduría.
En el Nuevo Testamento encontramos también infinidad de referencias al corazón como centro vital de conversión. Hebreos 8,10 nos dice:"Pondré mis leyes y sobre su corazón las escribiré". Mateo 15,18 dice aún más, pues refiere también al corazón los pensamientos y sentimientos del hombre:"Pero lo que sale de la boca, viene del corazón y esto es lo que hace impuro al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los asesinatos, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias".
Así pues, esta constante referencia de las Sagradas Escrituras al corazón como centro de la espiritualidad del hombre va más allá, por cierto, del significado que damos al corazón como órgano físico vital.
El corazón, como tal, es el órgano impulsor de la circulación de la sangre que vitaliza a todo el organismo, conectando con el cerebro espinal de tal manera que es afectado por todo sentimiento, ya sea de amor, gozo, miedo, angustia, ira, etc, al punto que cualquiera de ellos puede alterar su ritmo e incluso enfermarlo. Se une a la figura de este órgano toda alusión al ánimo, valor, benevolencia, como un centro interior entremezclado también con la espiritualidad.
Por eso, para encontrar el verdadero sentido de la devoción cordimariana, debemos recordar que el corazón está situado en la región cordial, de donde viene el término que se aplica a la devoción del Corazón de María.
Nos detendremos en el sentido fuertemente espiritual que le dan los Santos Padres, especialmente los de Oriente.
Para la espiritualidad de estos Santos Padres el corazón representa una dimensión espiritual, en donde el cuerpo y el alma entremezclan sus raíces. El corazón, nos dicen, es el rey del organismo y cuando la gracia se apodera de él, se proyecta a todo el ser. Por eso la tarea principal de estos monjes del desierto es entrar en el corazón y orar desde él.
Para ellos la oración debe impregnar el corazón, no mantenerse solo en la mente. debe hacerse "cordial" convirtiéndose en una oración que se dirige a Dios desde el centro mismo de la persona.
Desde el corazón el contacto se hace más íntimo. Para estos padre el corazón se convierte en Santuario vivo del Dios vivo, verdadero tesoro del hombre. Podemos citar a Mateo 6,21 cuando dice: "Y allí donde está tu tesoro está tu corazón".
Es decir que cuando Dios penetra en el corazón del hombre, se convierte para éste en una realidad "viva" que, movilizando con la gracia su interioridad, promueve un verdadero acontecimiento salvífico: la conversión.
De allí que con la Devoción al Inmaculado Corazón de nuestra Madre se busca también la poderosa fuente de amor y sabiduría, que ella encierra. Como foco de energía de amor redentor, la Madre une en un amor filial a su Hijo bienamado Jesucristo con sus amados hijos los hombres .
Es bueno destacar la diferencia con el corazón del hombre enfermo de pecado. Es un hombre que se ama a sí mismo de tal manera, que malversa el amor que recibe de Dios, transformándolo en un amor propio, que gira alrededor de su ego.
Allí surgen las competencias malsanas, el deseo de sobresalir, la vanidad, el deseo de poseer, et., etc.
Rompe el vínculo filial con los demás. El amor se polariza convirtiéndose en odio, violencia y destrucción. Desgraciadamente este es el reflejo del corazón del hombre cuando no está íntimamente unido con Dios.
Fuente: "La Consagración al Inmaculado Corazón de María" - Dinorah B. de Baraldo Victorica- Edit. Claretiana - Bs. As.(6-7-8)
Son innumerables las citas que encontramos en el Antiguo y
Nuevo Testamento sobre el Corazón con un significado espiritual y trascendente que repercute en todo el ser: Joel 2,13, nos dice:"Dios escudriña los corazones". Proverbios de Salomón 16,23:"El corazón del sabio hace prudente su boca"
Ezequiel 26,26: "Os daré corazón nuevo y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne".Cuando Salomón pide a Dios la sabiduría, Dios le da un corazón capaz de escuchar... en una palabra lo une a una actitud de escuchar con el corazón y la sabiduría.
En el Nuevo Testamento encontramos también infinidad de referencias al corazón como centro vital de conversión. Hebreos 8,10 nos dice:"Pondré mis leyes y sobre su corazón las escribiré". Mateo 15,18 dice aún más, pues refiere también al corazón los pensamientos y sentimientos del hombre:"Pero lo que sale de la boca, viene del corazón y esto es lo que hace impuro al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los asesinatos, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias".
Así pues, esta constante referencia de las Sagradas Escrituras al corazón como centro de la espiritualidad del hombre va más allá, por cierto, del significado que damos al corazón como órgano físico vital.
El corazón, como tal, es el órgano impulsor de la circulación de la sangre que vitaliza a todo el organismo, conectando con el cerebro espinal de tal manera que es afectado por todo sentimiento, ya sea de amor, gozo, miedo, angustia, ira, etc, al punto que cualquiera de ellos puede alterar su ritmo e incluso enfermarlo. Se une a la figura de este órgano toda alusión al ánimo, valor, benevolencia, como un centro interior entremezclado también con la espiritualidad.
Por eso, para encontrar el verdadero sentido de la devoción cordimariana, debemos recordar que el corazón está situado en la región cordial, de donde viene el término que se aplica a la devoción del Corazón de María.
Nos detendremos en el sentido fuertemente espiritual que le dan los Santos Padres, especialmente los de Oriente.
Para la espiritualidad de estos Santos Padres el corazón representa una dimensión espiritual, en donde el cuerpo y el alma entremezclan sus raíces. El corazón, nos dicen, es el rey del organismo y cuando la gracia se apodera de él, se proyecta a todo el ser. Por eso la tarea principal de estos monjes del desierto es entrar en el corazón y orar desde él.
Para ellos la oración debe impregnar el corazón, no mantenerse solo en la mente. debe hacerse "cordial" convirtiéndose en una oración que se dirige a Dios desde el centro mismo de la persona.
Desde el corazón el contacto se hace más íntimo. Para estos padre el corazón se convierte en Santuario vivo del Dios vivo, verdadero tesoro del hombre. Podemos citar a Mateo 6,21 cuando dice: "Y allí donde está tu tesoro está tu corazón".
Es decir que cuando Dios penetra en el corazón del hombre, se convierte para éste en una realidad "viva" que, movilizando con la gracia su interioridad, promueve un verdadero acontecimiento salvífico: la conversión.
De allí que con la Devoción al Inmaculado Corazón de nuestra Madre se busca también la poderosa fuente de amor y sabiduría, que ella encierra. Como foco de energía de amor redentor, la Madre une en un amor filial a su Hijo bienamado Jesucristo con sus amados hijos los hombres .
Es bueno destacar la diferencia con el corazón del hombre enfermo de pecado. Es un hombre que se ama a sí mismo de tal manera, que malversa el amor que recibe de Dios, transformándolo en un amor propio, que gira alrededor de su ego.
Allí surgen las competencias malsanas, el deseo de sobresalir, la vanidad, el deseo de poseer, et., etc.
Rompe el vínculo filial con los demás. El amor se polariza convirtiéndose en odio, violencia y destrucción. Desgraciadamente este es el reflejo del corazón del hombre cuando no está íntimamente unido con Dios.
Fuente: "La Consagración al Inmaculado Corazón de María" - Dinorah B. de Baraldo Victorica- Edit. Claretiana - Bs. As.(6-7-8)
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