martes, 19 de julio de 2011

Reconocer el rostro de Jesús



Había una vez un niño que quería conocer a Dios.
El sabía que sería un largo viaje para llegar.
Entonces preparó una pequeña mochila con unos panecillos y un jugo y salió. Cuando había recorrido tres cuadras, el niño conoció una viejecita, ella estaba sentada en un parque observando algunas palomas.
El niño se sentó junto a ella y abrió su pequeña maleta. Estaba a punto de tomar parte de su jugo cuando notó que la viejita se veía hambrienta. Entonces, le ofreció un pequeño panecillo, ella agradecida lo aceptó y sonrió. Su sonrisa era tan hermosa que el niño quería ver esa sonrisa nuevamente.
Entonces le ofreció jugo y, otra vez, ella le sonrió. El niño estaba encantado.
Ellos dos se quedaron sentados toda la tarde comiendo y sonriendo, pero nunca dijeron ni una sola palabra.
Tan solo como comenzó a oscurecer, el niño se levantó para irse. Se dio vuelta, corrió hacia la viejita y le dio un abrazo. Ella le dio una hermosa sonrisa como nunca antes había sonreído.




Cuando el niño abrió la puerta de su casa, su madre se sorprendió de la felicidad que reflejaba su hijo. Entonces le preguntó: ¿qué hiciste el día de hoy que te hizo tan feliz?. El le respondió: he comido con Dios. ¿Y sabes qué?... Ella tiene la sonrisa más hermosa que he visto. Mientras tanto la viejita también con mucha felicidad llegó a su casa. Su hijo se admiró por la paz de su cara y le preguntó: madre, ¿qué hiciste el día de hoy que te hizo tan feliz?.
Ella le contesto: comí pancito y tomé jugo en el parque con Dios.¿ Y sabes qué? El es más joven de lo que me imaginé.




Jesús aseguró que lo que hagamos por los más pequeños y humildes, con nuestro prójimo, lo hacemos a él mismo.
Y esto es lo que les pasó al niño y la anciana del cuento: percibieron la presencia de Dios en el otro.
A veces despreciamos a nuestro prójimo por su condición o por cómo está vestido, San Francisco decía: "¿por qué hacen diferencia de personas?... cuando golpean a su puerta y el que está en ella es un pobre mendigo mal vestido, lo insultan despectivamente y lo echan porque nada tiene; pero si el que golpea es un señor rico, se arrodillan, lo abrazan y lo sirven como a un rey".




Y Jesús nos dice que es Él mismo el que se presenta disfrazado de necesidad, para darnos la posibilidad de amarlo acá en la tierra y amontonar tesoros para nuestra eternidad.
En el mes de agosto recordamos el día del niño y del abuelo que son necesitados de amor. Leamos lo que nos dice Jesús en la Biblia en Marcos 9,37.
Reconozcamos el rostro de Jesús en los niños y hagamos con ellos lo que haríamos con Dios.
Hagamos felices a nuestros niños, ancianos y todos los necesitado con muestras de respeto y amor. De esta manera, haremos feliz a Cristo.










Ecos del Mensaje - Lap Argentina


S.B.

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