<<En cualquier momento en el que un poco de felicidad alcance a los seres, debes alegrarte de que al menos un rayo de dicha haya atravesado las tinieblas de su vida y haya dispersado la niebla gris y oscura que envuelve su corazón. Tu vida ganará en alegría al compartir la felicidad de todos como si fuera tuya>>
Intentar colocarse en el lugar de los otros y procurar mirar las cosas desde su punto de vista y sobretodo desde sus sentimientos, es una buena manera de buscar excusas a quienes nos hirieron. También es <<ofrecerles el beneficio de la duda>>, suponiendo que no hay en ellos mala intención, sino debilidad, miedos, malas experiencias. Por eso la palabra de Dios nos pide que no juzguemos ni condenemos (Lc 6,36-38), y que consideremos a los demás superiores a nosotros mismos (Flp 2,3). Esto es sólo posible si buscamos excusar sus defectos visibles. De tal manera que podamos mirarlos con amor, con el mismo Amor con que Dios los mira. Decirles interiormente que los comprendemos, que los perdonamos, que los abrazamos. Porque son parte del Universo y tienen derecho a estar aquí, como cualquier ser humano. Nos habituamos a mirar a los demás de esa manera, a reaccionar con una inmensa compasión, como sintiendo que <<nadie es culpable>>. y si alguno lo fuera, solamente Dios puede saberlo.
-Si no toleramos los defectos de alguien, y nos molestan mucho algunas actitudes fuera de lugar, suele ser útil recordar que esa persona está llamada a la felicidad del cielo, y que en el cielo esa persona será transformada, completamente purificada, sanada, liberada de todos sus defectos y de todas sus miserias. E imaginar a esa persona en la luz maravillosa del cielo plenamente transfigurada y embellecida. Eso es lo que quiere Dios para ese ser humano, aunque ahora yo sólo vea lo que me perturba.
- Es muy importante también tomar conciencia de qué nos molesta de esa persona, lo que no le perdonamos o no le toleramos, es sólo una parte de sus ser, no es todo su ser. En él hay otras cosas buenas, otros valores,actitudes. Siempre tenemos la tentación de creer que una parte es el todo. Pero una parte es sólo una parte, y esa persona es mucho más que lo que a mí me molesta.
Cada acto de auténtica compasión y de perdón, abre el corazón para poder encontrar más profundamente a Dios y así relajar el fondo más profundo de nuestro ser.
Los actos de amor al prójimo, nos llevan a las mayores profundidades de la vida y nos ponen en comunión con la esencia más honda del Universo.
Jesús nos ha invitado a amar a los enemigos y a hacer el bien a quienes nos odian, a bendecir a los que nos maldicen y a orar por los que nos critican (Lc 6,27-28), a ser compasivos como el Padre Dios (Lc 6,36). Si Él nos pide eso es porque verdaderamente es posible. Y no sólo es posible, sino que es lo mejor para nosotros, para nuestro bienestar, para nuestra salud, para nuestra maduración, para nuestra libertad, para nuestra sabiduría.
La cuestión es aceptar este ideal del amor, en contra de todo, asumir este sueño de reaccionar siempre con amor, de <<vencer el mal con el bien>> (Rom 12,21). Es cierto que siempre tendremos excusas para guardar rencor, para envidiar, para criticar, para vengarnos, porque todos los seres humanos tienen puntos débiles. Pero esas excusas sólo sirven para aumentar nuestra enfermedad y nuestro sufrimiento interior. No hay que darles lugar, no conviene jamás alimentarlas. Es muy liberador vaciarse de todas ellas. Siempre es mejor reaccionar con amor, alimentar el cariño interior hacia esa criatura limitada que me hizo daño, que me criticó o me traicionó.
Comprende su debilidad y abrázalo con tu imaginación; acaricia su espalda, como si fueras un instrumento de Jesús para calmar sus heridas interiores
Ofrece amor en contra de todo. Que esa sea tu espada, tu coraza, tu misil. A la larga eso será mucho más beneficioso para ti y para el mundo. A la larga el amor siempre es el mejor camino. Si asumes este ideal,<<no te canses de hacer el bien>> (Gál 6,9)
(almas_peq)
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