martes, 2 de agosto de 2011

LA COMUNIÓN EN EL ESPÍRITU SANTO



"La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían ellos en común..." (Hech 4,32)


El hombre tiende naturalmente a reunirse y experimenta en su propia vida muchísimos contextos en los que es llamado a ponerse en relación con los demás, en modos e intensidades distintas según las circunstancias. Pero hay una enorme diferencia entre estar unidos en el corazón y en el alma a estarlo en el ESPÍRITU SANTO.
Es el Espíritu Santo quien nos comunica los secretos del Rey. Es Él quien nos hace capaces de comprenderlos, de vivirlos y de anunciarlos a los demás; en Él nuestra comunión pierde todos los condicionamientos humanos y nos introduce en el Reino de Dios, regulado por una ley única -el Amor-.
El mismo Espíritu Santo es el amor del Padre y del Hijo, un bien que Ellos se "intercambian" recíprocamente. 
Toda la vida en el Espíritu  es un intercambio recíproco, de forma que los dones que el Espíritu ha depositado en nuestro interior no pueden crecer si no se "intercambian", se comparten con los demás. La misma vida divina no puede fluir entre nosotros en este intercambio en el Espíritu Santo: es el amor que fluye entre las personas.. Los pensamientos, los afectos, deben pues ser canalizados a través del Espíritu; sólo entonces nuestra comunicación será pura, libre, auténtica, capaz de alimentar a quien entra en contacto con nosotros, porque ya no nos daremos nosotros mismos a los demás, sino que daremos el amor de Dios.
Así nuestras relaciones se purifican hasta alcanzar una auténtica libertad interior donde el Espíritu Santo actúa según sus designios y no como a nosotros nos apetece.




Hay que aprender a conocerse a través del Espíritu Santo, a comprender los dones que Dios ha dado al otro, a acogerlos y valorarlos para que se pongan a disposición de todos. De esta manera tendremos un panorama claro, una visión completa de la persona y nos relacionaremos con ella de forma integral, abarcando todo su mundo interior, tal como Dios lo ha previsto. Ya no nos condicionarán sus limitaciones, sus defectos, los pecados, porque la miraremos únicamente con los ojos del Espíritu, que trasciende nuestros esquemas, las ideas, nuestra cultura, incluso nuestras concepciones espirituales.
El conocimiento en el Espíritu Santo nos libera a todos los niveles de nuestro ser, y esto nos ayuda a liberarnos también de nuestros miedos, fruto también de la incapacidad de comunicarnos: tenemos miedo porque en el fondo, en el alma, no sabemos recibir ni dar amor. De esta liberación en la comunicación nace la posibilidad de compartir la vida de ser "un solo corazón y una sola alma". Pero aún no hemos llegado a nuestro objetivo, primero hay que dar otro paso fundamental: morir a nosotros mismos, a nuestras razones, a nuestros "esquemas" mentales y afectivos y proponerse humildemente renunciar a lo que nos separa de los demás...


(Claves - Lap Argentina)




(S.B.)

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