SIERVA DE DIOS, SOR LEONOR DE SANTA MARÍA OCAMPO

SOR LEONOR DE SANTA MARÍA OCAMPO
Oración

Eterno Padre, Tú elegiste a Sor
Leonor de Santa María, para amarte
y servirte con profunda humildad
como monja del Monasterio Santa
Catalina de Siena, concediéndole
una caridad solícita para con sus 
hermanas. Te pedimos completes tu 
obra, mostrando la santidad de su
 vida. Por Jesucristo,
Nuestro Señor. Amén.

(Rezar Padrenuestro, Ave María y Gloria.)



Secundando la iniciativa de Dios, que quiere dar a conocer la vida de una mujer que fue monja en este Monasterio(el primero del país) y que dejó una huella imborrable de santidad entre sus hermanas que ha perdurado hasta el presente, la comunidad de monjas del Monasterio "Santa Catalina de Siena", está trabajando en reunir documentación para iniciar, en el futuro, el proceso de canonización de la Sierva de Dios, Sor Leonor de Santa María Ocampo.


Con su vida retirada, abnegada, su constante alegría, su espíritu de oración, paz y obediencia, es mucho lo que puede decir a la juventud actual, hambrienta de grandes ideales, de referentes válidos que, como modelos preclaros, puedan hacer útil y fecunda la vida, encauzándola hacia el Bien. Ha dejado escrita la historia de su vida en dos cuadernos en los que va relatando con toda sencillez, la vida de intimidad con su Esposo Jesucristo y el entorno familiar y de la comunidad de monjas en que le tocó vivir.


CERRO FAMATINA EN LA RIOJA



Cerro  Famatina


Sor Leonor (Isora) nació en una cueva del cerro Famatina el 15 de Agosto de 1841, época de grandes luchas por la organización nacional. Sañogasta, un pueblo de la Provincia de la Rioja, estaba conmocionado por la invasión de las tropas enemigas, venidas desde Mendoza, para derribar al gobierno. Ya habían logrado la muerte a traición, del gobernador Tomás "El Zarco" Brizuela y Doria y con su padre, Francisco Javier, ambos ex-gobernadores. La única hija de don José Ramón Solana, casada con don Juan Santiago Amaranto Ocampo, estaba a punto de dar a luz... En esas difíciles circunstancias, nada mejor que refugiarse en el cerro "Famatina". Allí, en las soledades majestuosas del llamado "Campo Cosme" donde hay un refugio para los animales y había vertientes de agua, nació Isora... Como el Niño Jesús, en una cueva.


Desde muy pequeña demostró su piedad, su espíritu de pobreza, de amor, de caridad, queriendo agradar en todo a Dios y a la Virgen, de la que siempre fue muy devota


Nacida de noble linaje, tanto paterno como materno, brilló en la virtud de la humildad, en pasar inadvertida, en saber desaparecer, y así se mantuvo y acrecentó durante toda su existencia, de manera que lo que los demás veían y percibían en ella y de ella, era Dios...


Pasó por la vida como una ventana abierta al cielo...


Ya desde los cuatro años, las verdades de fe iluminaban su vida. Relata en sus manuscritos "Era de natural muy callada, inclinada a la soledad y al silencio... me acuerdo que desde que tuve cuatro años, comprendía las cosas, no como una criatura sino como persona mayor..."


Sabía intuir las privaciones del prójimo, amaba a los pobres y necesitados; "Yo era muy andadora en las casas de los pobres cuando no veía nada, ni fuego en sus cocinas porque no tenían qué cocinar, me volvía calladita a casa y le contaba a mi madre y ella me despachaba con algo, para que les llevase..."


Isora contemplativa e intuitiva, se irá templando en la virtud, por el ejemplo que encontró en el entorno familiar. El rezo cotidiano del Santo Rosario, le comunicaba gracias especiales; "Se deshacía mi corazón en afectuosas conversaciones con María Santísima..."




Desde pequeña, le tuvo gran devoción a Santo Domingo. Ella escribe: "Cuando vi la estampa del santo fue tan grande la alegría y dulzura que sentí, y dominada del gozo dije con grandísima fe y esperanza: así como este santo me he de vestir yo. Desde el mismo tiempo fui hija muy devota de mi madre Santa Catalina, porque como estaba en este convento una tía carnal, hermana de mi padre, oía nombrar mucho el nombre de Santa Catalina... yo hacía catalinas y jugaba con ellas.


Santo Domingo


Santa Catalina de Siena

Cuando ella tenía ocho años, murió su madre. En la capilla consagrada a la Purísima Concepción de Malligasta, le pidió entonces a la Virgen que fuera su madre: "Madre mía, yo no tengo madre, sed vos mi Madre... y me sentí llena de un mar de dulzuras... salí de la Iglesia tan contenta, que ya no sentí tristezas y muy persuadida de que ya tenía Madre y muy confiada en la protección de María..."


Nos cuenta en sus manuscritos: "Respetaba, amaba y reverenciaba tanto a los sacerdotes, que me llenaba de santa indignación cuando oía hablar de alguno con menoscabo de su honor, no me acordaba que era pequeña y que podían castigarme o reprenderme, yo salía en defensa diciendo que porué hablaban de Dios tan mal y otras cosas, no porque yo comprendiese que ellos eran dioses, sino que eran en cuanto a su representación, el mismo Cristo..." A estos sentimientos, tan puros y elevados, luego siendo monja los encauzó en orar y sacrificarse por todos los scerdotes, especialmente sus confesores, entre ellos el dominico Fray Reginaldo Toro, Obispo de Córdoba, quien le solicitó escribiera la historia de su vida, y otro, el Rvdo. Padre Siervo de Dios Fray José León Torres, fundador de las Hermanas Terceras mercedarias del Niño jesús, a quien ella hizo entrega de sus manuscritos.




Desde los 12 años, Dios obraba prodigios en ella, El la guiaba en todo y la cuidaba con particular predilección. Entre las gracias que refiere, está la siguiente... "(...) el sentir horror y odio al pecado, causándome grandísima pena ver tantas almas entregadas y esclavizadas por sus propias pasiones..." 


A los 13 años de edad, su padre la llevó a vivir a La Rioja, a la casa de una prima hermana de él. Allí permaneció más de 5 años, en un ambiente hostil para sus inclinaciones contemplativas y para la práctica de los ejercicios piadosos, ya que las hijas de aquella señora, sus primas, no comprendían su ansia de Dios, sus deseos de oración, la vida de silencio y soledad a que Dios la llamaba suave pero insistentemente, fue un período en el que Dios la fue forjando en la práctica de sólidas virtudes, acrisolándola en el sano crecimiento de la fe. Isora, con sus inclinaciones piadosas, desentonaba de las reuniones y fiestas del ambiente social a que pertenecía el resto de la familia.


Desde los 18 años hasta los 26, vivió en San Juan, con su padre, su hermana casada y otros familiares. En un ambiente más propicio para la vida de piedad, Isora iba descubriendo la vocación que Dios le tenía reservada desde toda la eternidad, y por ser fiel, sorteaba todo obstáculo que se le interponía.


Relata en sus manuscritos: "Apenas me ponía en la presencia de Dios, ya parecía que Nuestro Señor me esperaba en el lugar donde yo iba a orar, porque cuando yo decía con toda la humildad que El me daba: Aquí tenéis Señor está indigna pecadora... ya lo sentía en mí como si me estrechase y uniese a su divino Corazón y me regalaba de tantas dulzuras, tantos bienes que no soy capaz de explicarlos... las horas me parecían momentos... quedaba tan divinizada, que con nadie quería hablar y cuando hablaba no era sino de Dios. Sin embargo, no me retiré de la sociedad, y no me libré de tratar con mucha gente, pues muchas personas me buscaban y visitaban sin otro fin que el de  encomendarse a mis oraciones, haciendo gran caso de lo que no era sino tierra despreciable... con el método de vida que tomé, me atraje las voluntades y respetos de todos sin pretenderlo yo. Un gran número de almas se dieron a una vida más espiritual, tanto doncellas como señoras casadas y frecuentaban los sacramentos. Muchas renunciaron a los bailes para siempre, por llevar una vida más interior. Yo les prevenía las contradicciones que al principio sufrirían, pero que aquí estaba el mérito de sufrir por amor a Dios... Muy lejos de envanecerme, me sentía vestida de humildad, caridad y deseo de la mayor Gloria de Dios y el bien de las almas..."


Su intensa vida de oración se derramaba en caridad hacia los suyos, a los pobres y a los enfermos a quienes visitaba y atendía con particular esmero. Los preparaba para confesarse y ella misma relató, con profundísima humildad, cómo Dios, a algunos, les devolvía la salud.


Como se retardaba su ingreso al Monasterio, pues había muchas monjas en aquel entonces, llegaban a 40, y su familia se oponía a su vocación y no disponía de recursos, para ayudarla con el dinero necesario para la dote, decidió, con su confesor, consagrarse a Dios por medio de un voto de castidad. El Padre redactó la fórmula que ella leyó durante la misa que él celebró y aplicó por ella, el día de los desposorios de Santa Catalina.
Ya había recibido carta de las monjas nuevamente, en la que le comunicaban que habiendo fallecido algunas de ellas por la peste del cólera, podía emprender el viaje. Por intercesión de San José, a quien tomó como protector para que le hiciera conocer cómo tenía que hacer para adquirir el dinero imprescindible para la dote, decidió redactar una petición pidiendo limosna. Muchas personas se ofrecieron para presentarla, con lo cual pudo reunir el dinero necesario. gente pobre, contribuyó también con su limosna apra vida tan especial. Una novicia que estaba ya en el Monasterio, le envió una buena suma de dinero.
MONASTERIO SANTA CATALINA DE SIENA, CÓRDOBA, ARGENTINA


Y cuando todo estuvo preparado, viajó desde San Juan acompañada de una señora. A los 26 años de edad, el día de la solemnidad del Sagrado Corazón, tuvo la dicha de ingresar al monasterio. Ella lo relata así: "Con los repiques de la reserva de la función del Sagrado Corazón, me abrieron las puertas las monjas y fue como si Jesús hubiese abierto su pecho y me hubiese estrechado en su Divino Corazón, sintiendo mi alma el consuelo más grande que se pueda imaginar. Me veía en los brazos de tantas hermanas que me recibían con tanto contento. Ese día terminaron mis penas".


Tomó el Santo Hábito el 3 de Julio de 1868, fecha en que cambió el nombre que recibiera en su bautismo, Isora María del Tránsito Ocampo por el de Sor Leonor de Santa María, e hizo su profesión solemne, consagración definitiva, al año siguiente.
En un ambiente propicio para darse a Dios, sor Leonor transitó las más altas cumbres de su unión con El. Relata: "Desde que entraba al coro, para mí se volvía cielo ése lugar, no tenía distracciones, estaba toda embebida en Dios y llena de confusión y reconocimiento decía: quién era y quién soy. ¿Dónde estaba y donde estoy por la gran misericordia de Dios? Estoy en su templo y hasta hacerme a mí su propio templo... los efectos que me dejan estos favores son recogimiento interior, gran compostura en mis acciones, movimientos y modestia en la vista, y en el hablar poco y con caridad. Y cuando anda mal la oración, andan mal estos puntos... estos favores me dejan grandísima paz, fortaleza, paciencia, y resignación a la voluntad de Dios, amor a mis prójimos, deseo de la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas..."


En otro lugar leemos: "...Después de este regalo de Dios, me vinieron las lágrimas de amor, de reconocimiento y gratitud, de aniquilamiento y conocimiento de mi nada y contrición de mis pecados, deseo de la gloria de Dios y la salvación de las almas. Me vinieron deseos de padecer o de hacer algún acto de humildad en honor a la Virgen, pues me dejó tan enseñada esta virtud de la humildad, que deseaba las humillaciones. Le pedí a la Virgen que si era de Dios todo aquello que me sucedió, me mandase alguna humillación aquel día, para ver como la sufría y me concedió el deseo. Era ropera una hermana lega y tuve necesidad y fui a ella a pedirle que me hiciera el favor de proporcionarme cierta ropa limpia y me recibió tan mal, con gritos y palabras injuriosas, oyó la Prelada aquella gritería y fue a ver qué sucedía, yo sentí mucho que M. Priora estorbase aquello, porque yo me estaba gozando de aquel rato tan feliz para mí, pues quedé muy segura del favor que recibí del Señor esa mañana, lo uno porque me envió la humillación que pedí como seña, ese mismo día en la tarde, y lo otro, porque lejos de irritarme, de sentirme y desedificarme de aquella hermana, lo sufrí con amor y paciencia, con silencio y humildad, y le dí muchas gracias al Señor por el nuevo beneficio que me hacía".
Sor Leonor


Profundamente caritativa con sus hermanas, abrazaba con amor las tareas mas sacrificadas, como la de enfermera y ayudante en la despensa. Practicó las virtudes más recomendadas por Jesús: la mansedumbre y la humildad, lo que hacía que recibiera todos los acontecimientos de la vida, por adversos que fueran, con una paz y serenidad edificantes, día tras día, siempre feliz, serena, mansa, durante los 32 años de vida religiosa, hasta su preciosa muerte, que ella anunció. Esto exige un gran equilibrio interior, madurez humana y mucho amor. En la sencillez de la vida de cada día, camino por la senda del tiempo, con la mirada fija en la eternidad como expresión del puro amor, que vale más que cualquier obra...


Leemos sus manuscritos: "Vi en sueños un alma bellísima como quien se mira en un gran espejo, esta alma estaba dotada de todas las gracias que Dios puede hacer a una criatura, pero sobre todas las virtudes que la adornaban, una virtud sobresalía a las demás y la ponía muy resplandeciente y era la humildad... Cuando alabé a Dios, me confundí y humillé mucho, conociendo mi nada... me postré en el suelo con mayor confusión aún que antes  y con sentimientos de una gran humildad le dije a Nuestro Señor: ¿Cómo he de creer yo que esta alma que me muestras es la mía, que soy una vil pecadora, y desperdicio tus gracias? y le manifestaba mis pobrezas... Me respondió Nuestro Señor estas palabras: "Es verdad hija que tienes muchos defectos, pero tienes una virtud que excede  a las demás y es la humildad que borra tus defectos y adorna tu alma, de suerte que no te deja defecto alguno como lo has visto en el alma que te he mostrado." Mucha vergüenza tengo de referir esto pero debo decirlo. Si ha sido el demonio y me ha querido hacer creer que soy algo, no lo ha conseguido, pues amo más la virtud de la humildad que antes y la procuro en cuanto soy capaz de hacerlo".






A tres años de ser devueltos sus manuscritos al Monasterio, (habían sido entregados por Leonor al padre José León Torres, y éste, a la Superiora General de las H. Mercedarias) se escribió su primera biografía. Y la entonces Rvda. Madre Priora del Monasterio, solicitó de las monjas que la conocieron y convivieron con ella, redactaran todo lo que de ejemplar y virtuoso recordaran.
Escribió una monja: "Observé también que en los oficios, tenía mucho espíritu de abnegación y de sacrificio, en particular, en el oficio de enfermería, que desempeñó durante varios trienios, el cual era muy recargado en esos tiempos. Continuamente se encontraba abierta la enfermería con enfermos graves y continuas malas noches, que atendía con caridad y esmero".
La humilde grandeza de su alma se reflejaba en su porte: "Sor Leonor en su físico, revelaba nobleza y distinción, gran humildad y desprecio de sí misma", dejó escrito una monja que vivió muchos años con ella.
Otra monja expresará: " En este Monasterio tenía tres tías, de las cuales una era  tía carnal y las otras dos primas hermanas de su padre. Estas religiosas eran tenidas por la comunidad en elevado concepto y ocuparon los primeros puestos, en cambio a sor Leonor , el Señor la llevaba por muy distinto camino, no se tenía de ella igual concepto; en cambio todos los sacerdotes que como directores de su alma la atendían, hacían de ella mucho aprecio". 
"El P.Torres siempre hacía referencia de sor Leonor y constantemente solía decir: Ustedes tienen santas aquí, encomienden tal apuro o aflicción a sor Leonor, invóquenla..."


Escribió una monja de ella: "... era muy buena y sobresalía entre las muchas virtudes que la adornaban, la humildad y la caridad. Era muy prudente, reservada, silenciosa, sufrida en extremo, veces hubo en que la encontré llena de lágrimas por sufrimientos morales y al preguntarle yo qué sucede, señalando el crucifijo me contestó:"El todo lo sabe". Un día le gastaba una broma y al decirle cuándo subiría a los altares, pues en tres siglos y pico que tenía el Monasterio hasta ahora no había subido ninguna religiosa de él, me miró fijamente con sus ojitos negros un buen rato y dirigiendo una dulce mirada a Jesús crucificado me contestó: "Él dirá con el tiempo, lo que de mí ha de ser". Era una Pascua, siempre contenta e igual, no cambiaba nunca, gozaba de una conciencia muy pura, como que siempre se encontraba en gracia de Dios. Era muy hermanable y muy observante de la regla y las Constituciones. No se desahogaba con nadie de las humillaciones y adversidades que le acontecían. Se iba al coro y allí, a los pies de Jesús Sacramentado, depositaba todos sus pesares para recibir de Dios fuerzas para tolerar todo lo que le viniere de adverso y amargo que el Bienamado Jesús le enviase".
Gruta donde nació Sor leonor en Famatina


Con el transcurso del tiempo, la Rvda. M. Priora vio la oportunidad de publicar sus manuscritos, y así se escribió una segunda biografía. El ejemplo de su vida y virtudes en la comunidad y su intercesión en favor de quienes la invocaban, se hacían notar palpablemente.


El ideal que alentaba a Sor Leonor es el Amor, el encuentro definitivo con Dios, que ella vivió ya desde el peregrinar de su vida terrena...


Dice S.S. Juan Pablo II:
"La vida de una monja de clausura, ocupada principalmente en la oración, la ascesis y el progreso ferviente de la vida espiritual... responde a la exigencia, sentida como prioritaria, de ESTAR CON EL SEÑOR... es vivir ofrecida con Jesús por la salvación del mundo..." (Exhort. Apost. Postsinodal Vita Consecrata, 25 de marzo de 1996)


Sor Leonor, como toda monja dominica, fue una mujer que amó a Dios y le habló de la humanidad, alguien que hizo de su vida un incienso permanente que sube hasta el trono de Dios, elevando el clamor de tantos millones de personas que no pueden ni saben orar...
"Es el clamor de tantos hermanos y hermanas sumergidos en el sufrimiento, en la pobreza, en la marginación. Son muchos los desplazados y los refugiados que sufren por falta de amor y esperanza, los que han sucumbido al mal y se cierran a toda luz espiritual, los que tienen el corazón lleno de amargura, víctimas de la injusticia y del poder de los más fuertes...
CON SU ORACION, PENITENCIA Y VIDA ESCONDIDA, pueden hacer brotar del Corazón Divino el amor que nos une como hermanos, sosiega las pasiones y crea la comunión de los espíritus, produciendo frutos de solidaridad y de caridad evangélica... SUS FERVIENTES PLEGARIAS tienen una fuerza propiciatoria y reparadora capaz de atraer las bendiciones de Dios sobre esta humanidad sufriente." (S.S. Juan Pablo II, mensaje a las religiosas de clausura de América Latina de 1989 - L`Osservatore  Romano, 31/12/89-N 53, pág. 8/85).


Sor Leonor fue una mujer que amó a Dios, pero por sobre todo, se dejó amar por Él... porque Dios, encontró un corazón digno de recibir su Amor.*


Monasterio Santa Catalina de Siena
NOTA: Rogamos hacer llegar al Monasterio toda gracia atribuída a su intercesión. La dirección es:


Monasterio de "Santa Catalina de Siena",
Obispo Trejo 44 -
Casilla de Correo 791
Tels. (0351) 4216503- Fax: (0351) 4226758
5000 - CÓRDOBA - REP. ARGENTINA.-





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