jueves, 28 de abril de 2011

Acallar las palabras...


Cuando uno está frente a una persona, un paisaje, un objeto o una tarea, tiene que tratar de acallar el exceso de palabras que aparecen en su interior. Hay que lograr, poco a poco que en la mente haya pocas palabras, o una sola, que haya pocas ideas, pocas imágenes. Así estaremos completamente disponibles para esta persona o para esa cosa que está ante nuestros ojos.
Lo mismo hay que decir de la oración . Orar no es llenar a Dios de palabras, sino depositar en él nuestra mirada atenta y amante.Si hablamos con Él sobre algo9, lo haremos de tal manera que sea Él el más importante, el que más nos interesa en este momento. Por eso dice el Evangelio: <<Al rezar, no os convirtáis en charlatanes como los paganos, que se imaginan que serán escuchados por su mucha palabrería>> (Mt 6,7) Lo que Dios quiere es que nuestra mente y nuestro corazón se detengan serenamente en su presencia y para eso las muchas palabras suelen ser un obstáculo, una distracción permanente, una evasión contínua.




Jesús elogió a su amiga María, que simplemente se sentó a sus pies: <<María ha elegido la mejor parte>> (Lc 10,42). Pero el Señor reprochó a Marta, que hacía muchas cosas buenas, pero no se detenía a prestarle atención.
Jesús nos podría decir<<¡Marta, Marta!>> no sólo cuando nos desbocamos en la fiebre de la actividad, sino también cuando nuestra mente está tan llena de pensamientos desenfrenados que no podemos detenernos gozosamente en su presencia.
Cuando nos entregamos a la oración, el Espíritu Santo puede regalarnos una experiencia profunda de comunicación con Dios y de liberación interior
Nos permite expresar lo que hay en lo profundo del corazón sin tener que usar palabras comprensibles, sin necesidad de formar frases o buscar palabras adecuadas.
La palabrería interior no sólo empobrece nuestra oración; también empobrece toda nuestra vida, nos quita profundidad en todo lo que experimentamos, pensamos o hacemos
Uno puede vaciarse de la palabrería y los razonamientos inútiles, pero <<manteniendo sin embargo una actitud de amorosa atención a Dios, de tal manera que permanezcan en la persona orante, un vacío susceptible de llenarse con la riqueza divina>> (Congregación para la Doctrina de la fe - 1989)








S.B.

1 comentario:

  1. Siempre nos dijeron que oremos con pocas palabras, pues antes de que se pronuncie la primera palabra ya Dios la conoce, y aún más cuando se desea rezar, es Dios el que nos está impulsando a hacerlo. Oramos , no por nosotros mismos, sino porque Dios nos da las gracias para poder realizarlo. Pero a veces se aturde un poco a Dios con tanta insistencia y tantas repeticiones. Lo mejor es tener en la mente unas cuantas palabras claras, bien definidas y permanecer en la quietud necesaria para que nuestra mente y nuestro corazón escuche lo que El quiere decirnos.
    Basta de palabrerío, eso está demostrando nuestra falta de fe y confianza en Aquel que todo lo puede y todo lo sabe.

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