martes, 27 de septiembre de 2011

OCTUBRE:

MES DEL ROSARIO


De la Jornada de un alma pequeña: "propagación del rosario: esto conseguirá muchas gracias para la Iglesia y para los sacerdotes" (Mensaje, 5.12.1967)

HISTORIA DE UN ROSARIO

Durante una misión predicada en Londres hace algunos años, el P. Conway, se hallaba de visita en la residencia de una familia aristocrática de aquella ciudad.
El ama de casa llevaba al cuello un modesto rosario, que formaba gran contraste con los demás espléndidos adornos que tenía; y como el misionero se quedó sorprendido, la noble dama le dijo:
-¿Quiere oír, padre, la historia de este rosario?
- De mil amores, señora -respondió el ministro de Dios-
Entonces la señora empezó así su relato:
<<-Debe usted saber ante todo, que mi marido pertenecía a una de las familias protestantes más fanáticas, y mis ideas no podían ser más erróneas respecto a los católicos. Me habían enseñado que sus cualidades características eran la ignorancia y la idolatría; así es que mi marido y yo cuidábamos escrupulosamente de que no hubiese ningún católico en nuestra servidumbre. Más una mañana entra a verme mi camarera y me dice: "¡Mire Señora. lo que he encontrado!"


-¿Y qué es eso?
-Es uno de los ídolos del papismo.
- Si. no hay duda y ¿dónde lo has hallado?
-A la entrada del jardín. La portera dice que pertenece a una vieja irlandesa que viene aquí todos los días a vender berros.
Llevé el rosario al salón de visitas, donde se hallaba mi marido, con Clara, la más joven de sus hermanas, y mientras nos burlábamos de las supersticiones de Roma, seguimos examinando cuidadosamentre el ídolo papista. Por fin exclamó mi cuñada,  "Letty, haz de venir mañana a esa viejezuela; nos reiremos de lo lindo".
Consentí gustosa lo que me pedía Clara; después de algunas vacilaciones convino con ella mi marido y uno de los criados  quedó encargado de traernos a la vieja a la  mañana siguiente.
En efecto, muy temprano nos reunimos todos en la sala de mi marido, con propósito de divertirnos, y yo, calculaba para mis adentros lo fácil que iba a ser convertir a la pobre ignorante.
-Vedla ahí -exclamó de repente mi marido; y todos nos precipitamos hacia la ventana, desde donde vimos venir a la viejecita acompañada de nuestra sirvienta y, al parecer, hablando y discutiendo con ella.


¡Vedla ahí! -exclamó de repente mi marido; y todos nos precipitamos hacia la ventana, desde donde vimos venir a la viejecita acompañada de nuestra sirvienta, y al parecer, hablando y discutiendo con ella.
-¿ Qué quiere de mi la señora? -la oímos decir en su mal pronunciado inglés.
La sirvienta abrió la puerta de la sala en donde la esperábamos, más ella se resistía a dar un paso más.
-¿Yo entrar en esa magnífica sala con mis zapatos llenos de lodo? ¡Aunque me ahorcaran! Que venga aquí la señora y me diga lo que se le ofrece.
-No, buena mujer entre usted- le dije yo adelantándome hacia la puerta. Nosotros no queremos hacerle ningún mal.
-¿Hacerme mal a mí?- dijo haciendo una reverencia- No faltaba más. ¿Y quién en el mundo querría hacer mal a esta pobrecita?
-Nadie, por supuesto, pero pase usted- Buena mujer, ¿no ha perdido usted algo?
-No lo creo señora, ¿tiene acaso algo que perder la pobre María Feenan?
-Y sin embargo, algo ha perdido usted, ha perdido a su Dios.
-¿He perdido a mi Dios? El Señor Todopoderoso me libre de tan gran desdicha. ¿Mas qué quiere usted decirme con eso?
- No se sulfure uste señora Feenan, usted ha perdido un ídolo, es decir, uno de esos objetos que ustedes papistas adoran, en una palabra, he aquí lo que ha perdido usted.
Le entregué el Rosario.



-¡Ah! ¡Usted ha hallado mi rosario! Bendiga Dios cada cabello de su cabeza, querida señora; es todo lo que yo puedo decirle y desearle a usted; nunca se me olvidará su bondad.
-Más ¿no sabe buena mujer que es pecado adorar a los ídolos?
-Yo no adoro ídolos -replicó enderezándose la pobre irlandesa- El Padre Mahoney (que en gloria esté) es quien me enseñó a rezar el rosario y me explicó también su significado. Yo me sonreí de lástima y le dije:
-Usted debería leer la Biblia, ni pobre criatura y no dejarse exclavizar y engatusar por los curas.
La devota irlandesa se había olvidado de su timidez, pues saltó una carcajada y me respondió:
-En verdad, señora, yo no se leer ni una palabra, mas conozco mi religión tanto como otro cualquiera. Veo muy bien que usted se burla de mí, pero he aquí lo que enseña el rosario; he aquí lo que leo en él. Y en voz alta y con la mirada radiante, empezó a decir:¿Ve usted, señora, este crucifijo?.Pues cuando lo miro me acuerdo de que Jesucristo ha muerto en el Calvario, me acuerdo de todas sus llagas y padecimientos y le digo: "dulce Jesús mío no permitas que te ofenda". Si usted tuviera el retrato de su hijo o de una persona a quién amó, ¿no le amaría usted como amo este retrato?
Besaba con fervor la cruz de su rosario y prosiguió: Mire usted ahora, esta cuenta gruesa y estas tres chiquitas. Ellas me dicen que no hay sino un solo Dios y que en este único Dios hay tres Persona distintas. Usted ve que hay seis cuentas gruesas en el rosario, y una medallita que se parece a un tabernáculo. ¿Sabe usted lo que es un tabernáculo? ¡Ah, tal vez usted no sabe lo que es un tabernáculo!


¡Ah, tal vez usted no sabe lo que es un tabernáculo!Pues un lugarcito de nuestras iglesias en donde se guarda el Santísimo Sacramento. Con estas seis cuentas gruesas y esta medalla me recuerda que hay siete sacramentos y que él -añadió- me recuerdan también que hay cinco mandamientos de la Iglesia además  de los mandamientos de la ley de Dios y que tengo que cumplir con ellos.




Y la buena mujer comenzó a referirlos, luego se paró y continuó:
-Todo el rosario se compone de quince misterios en honor de la Madre de Dios: cinco gozosos, cinco dolorosos, cinco luminosos y cinco gloriosos (que los pronunció)
Y al contar estos últimos, su voz se elevaba gradualmente. Por fin dijo con un acento que nunca olvidaré:
- Cuando voy por el mundo buscando cómo ganar la vida honradamente rezo los misterios gozosos. Cuando gano poco o nada y tengo que pasar el día sin comer, rezo los misterios dolorosos y me digo a mí misma "María Feenan, ¿qué significa tu inquietud? De seguro que todo se acabará un día, y el Señor te hará la gracia de acabar con bien". Y cuando he logrado triunfar sobre el desasosiego lo menso que puedo hacer es rezar los misterios gozosos en honor en aquella que es nuestra dulce Madre.
Esto no era la escena que habíamos soñado. Yo me pregunté si la religión de la buena anciana era una religión que merecía solo nuestro desprecio.-Muchas veces después tuve el gusto de ver a María Feenan y de hablar con ella, hasta que le pedí en una ocasión que me regalara su querido rosario, y ella me lo dio de buena gana. Llegó el feliz día de que un sacerdote me instruyera para ser bautizada en la Iglesia Católica.




Más tarde, transcurrido el tiempo, mi marido y mis hijos fueron recibidos en el seno de la Iglesia  única y verdadera.
El misionero me preguntó si siempre llevaba el rosario de la anciana irlandesa: -"Siempre", le respondí, y que en algunas fiestas, amigas mías, me interrogaban sobre él y después de haberles excitado la curiosidad con el valor de sus perlas para mí, les cuento la historia que acabo de contarle a usted, padre".
Así es como el rosario de la buena irlandesa sigue ejerciendo su benéfico apostolado.



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