SAN JUAN DE LA CRUZ
No debemos dejar
todas las puertas de nuestras almas
abiertas para permitir que Dios entre,
sino todo lo contrario.
Necesitamos cerrar las puertas
de nuestras almas,
no sólo a las pasiones y deseos,
sino a las ideas e imágenes de Dios,
y, sobre todo,
al acopio de memorias e imaginaciones
que hemos coleccionado a lo largo de los años,
esperando encontrar en ellos
un camino hacia Dios.
Hemos puesto nuestra confianza
en mantener abiertas todas las puertas de acceso a
nuestras almas.
Pero necesitamos recordar
que Jesús Resucitado
pasó a través de las puertas cerradas
y entró en la habitación donde sus apóstoles esperaban
la paz que sólo él podría traer. (Jn 20, 19-20)
Del mismo modo,
él entra espiritualmente en nuestras almas,
sin que sepamos cómo,
sin ningún esfuerzo por nuestra parte;
pero sólo si cerramos las puertas de nuestras almas
a nuestras ideas y consideraciones acerca de él,
a nuestras memorias y experiencias,
y a todas nuestras imaginaciones.
Sólo entonces él podrá descender a nuestras almas
como un río de paz (Is 48,18),
para quitarnos todos nuestros recelos y sospechas,
nuestras turbaciones e incertidumbres,
nuestro miedo a la noche.
(almas_peq)
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