viernes, 23 de diciembre de 2011

la Consagración y sus implicancias...


La consagración, tiene consecuencias directas sobre la conducta del consagrado, ya que supone una separación de lo que no es Dios.
Santo Tomás sostiene que: "La consagración es en sí, una aplicación de la mente y de los actos del consagrado a Dios". En este caso por medio de María, como Madre, Reina y Señora. Sin embargo, debemos comprender que el llamado a la consagración debe experimentarse íntimamente con un sentido de urgencia a vivir en plenitud el lazo materno filial que nos une al Corazón de nuestra Madre.
También es importante tener en cuenta que somos seres heridos hondamente por el pecado, el cual ha dejado las huellas de su paso haciéndonos proclives a la duda, el egoísmo, a la indiferencia y a la desconfianza. Todo ello nos da inseguridad y temor, haciéndonos estar permanentemente a la defensiva.
Estamos tan centrados en nosotros mismos, que cualquier entrega nos suena a despojo.
Sin embargo el mismo pecado nos lleva a entregarnos a las cosas del mundo, alinéandonos con ellas. Relacionamos la libertad con "hacer lo que queremos" convirtiéndola en un fin en sí misma.
Este apego al mundo, a sus cosas, al confort y a la búsqueda del placer y del tener, nos hace muy difícil entregarnos a lo superior, a lo excelente, a lo Santo. El amor excesivo a nosotros mismos se relaciona con la soberbia y por lo tanto con la desobediencia y esto hace que nos apartemos de la Gracia de Dios y de la obediencia a su voluntad.




La virtud enferma debe ser redimida por la fe, por la humildad, por la renuncia.
Es muy importante que descubramos la riqueza espiritual que encierra la consagración. Sólo revalorizando esa gracia podemos aspirar a ella, convencidos de que en vez de empobrecernos nos enriquecemos, que en vez de esclavizarnos nos liberamos, que en vez de limitarnos crecemos, porque la gracia de la consagración actúa en nuestra interioridad. Y es esa gracia la que nos permite encontrarnos con realidades propias de la fe, propias del Reino de Dios que está en nosotros.
Experimentaremos una unión más profunda, la que regada con el agua viva de la oración nos plenificará y convertirá día a día y sin menoscabo de nuestra libertad, para ir creciendo en la fe, la esperanza y la caridad cristiana.
Así María en cumplimiento de su misión intercesora nos incorpora desde su Corazón al Corazón de Cristo, dinamizando nuestra acción misionera eclesial.






Fuente: La Consagración al Inmaculado Corazón de María - Dinorah B. de Baraldo Victorica - Ediciones Claretianas.-

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