lunes, 16 de abril de 2012

LA SANTA INUTILIDAD.

Lamentablemente, nuestro mundo actual fomenta con desenfreno y -cada vez más- el utilitarismo. Nos invita sólo a hacer cosas útiles, que produzcan algo tangible. Y este mensaje ha calado tan profundamente que nos parece natural y normal pensar así.
Es necesario desenmascarar ese falso esquema mental que nos dice interiormente: "Si eso no tiene alguna utilidad no vale la pena, si eso no te sirve para ser reconocido y aprobado no interesa"
Pero también es interesante ejercitarse, intentando hacer algunas cosas sólo por el gusto que nos brindan: tomar un libro y leerlo sólo por el placer de leerlo; escribir un poema, pero no para mostrárselo a otros y recibir elogios, sino solo por el placer de expresar lo que tengo dentro.




Dicen que San Francisco se pasó una tarde construyendo una cestilla de mimbre y luego la quemó ante Dios como ofrenda. ¿Acaso no es esto un anticipo del cielo? Porque los que creemos en la vida eterna sabemos que allá no tendremos que preocuparnos por producir nada, y solamente gozaremos juntos. Lo mismo que en una fiesta, en un baile, en una celebración. Eso es detenerse.
Qué hermoso es que nos pregunten para qué hacemos algo y contestemos sencillamente: "Porque sí, porque me gusta". Quizá nadie nos admire por esa respuesta, pero eso será una alianza con la vida, un sí a la existencia sana que Dios quiere que vivamos. Al escritor Bioy Casares le preguntaron qué le gustarían que dijeran de él después de su muerte y él respondió: "Simplemente que me gustaba escribir". Esa es una santa libertad.




Estamos tan habituados a tener que producir algo, que nos resulta difícil gozar de las cosas con receptividad sin estar buscando algún beneficio. Por ejemplo , escucho una poesía que me gusta, necesito copiarla y guardarla, aunque después nunca más vuelva a leerla.
Raras veces me detendré verdaderamente sereno y relajado a disfrutar de algo, a vivirlo plenamente, aceptando que después no quede nada que pueda aterrar con mis manos, aceptando que se termine y sólo me quede dentro el gozo de haberlo vivido, porque sí, porque fue hermoso. Eso es detenerse para recuperar el gozo.




Fuente: "Claves para vivir en Plenitud". Edit. San Pablo .-


S.B.

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