miércoles, 8 de agosto de 2012

DETENERSE ANTE DIOS.

LA ORACIÓN:



La oración comienza a ser una experiencia gozosa cuando somos capaces de detenernos ante Dios, hasta que sólo El sea el importante, hasta que sea de verdad el único absoluto. Adorar es estar sólo para Él: <<Señor, hoy tengo todo el tiempo del mundo. Nada es urgente, nada es indispensable, nada es absoluto. Sólo Tú.>>
Nuestro encuentro personal con Dios, no es como una energía, un bálsamo o un poder cósmico, sino como Alguien a quien se puede amar y con quien se puede dialogar. Alguien en quien uno puede sostener su vida y entregarse en una respuesta amorosa. 
Cada hombre es más que una energía o armonía psico- física. , porque en lo más profundo de su alma hay una necesidad de un gran encuentro de amor. Y para eso no basta una energía ni una armonía cósmica; hace falta Alguien. 
Por eso podemos decir que, en el fondo, la verdadera oración es <<un éxodo del yo del hombre hacia el Tú de Dios>>, y no <<un espiritualismo intimista, incapaz de una apertura libre al Dios trascendente>> (Congregación para la doctrina de la fe- Vaticano, 1989,3)
Es más, el amor a Dios puede ser tan intenso y tan ardiente que lleve al hombre a renunciar a toda comodidad y a entregar la vida por Él en el martirio. Si muchos creyentes a lo largo de la historia han sido capaces de dejarse torturar y matar con tal de no negar su fe y su amor a Dios, fue porque han sido tocados en su corazón por el fuego del amor divino. Por eso ellos no buscaron a Dios en primer lugar para alcanzar un estado de bienestar psicológico, sino para amarlo y dejarse amar por Él en una sublime amistad.
Entonces, lo mejor es detenerse ante Dios, encontrarse con Él en un encuentro personal y sagrado que será lo único que podrá devolverle la paz que tanto necesita en su vida.



Fuente: Claves para vivir en plenitud - Edic. San Pablo - Bs. As.

(almas_peq)

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