domingo, 16 de diciembre de 2012

LENGUAJE DE AMOR.

Para detenernos ante Dios puede ser muy útil hablarle en voz alta. No en sentido figurado o poético. Se trata lisa y llanamente de usar el sentido del oído y escuchar la propia voz diciendo en pocas palabras las cosas más profundas que podamos decirle.

Escuchar la propia voz diciendo algo importante produce un efecto peculiar. Nos compromete, nos convence, nos confirma en lo que queremos y decidimos. Cuando le decimos algo a otra persona en voz alta, al sacarlo de la intimidad escondida nuestras palabras nos atan.
Han de ser pocas palabras que signifiquen mucho para nosotros. Cuando decimos "te quiero", la relación con esa persona se hace más intensa, deja de ser pura imaginación y esa persona comienza a formar parte real de nuestra vida.
Por eso es importante que algunas veces hablemos con Dios en voz alta para decirle algunas cosas muy importantes, que lo amamos, que le necesitamos, que queremos ofrecerle algo.
Y usar la voz también nos ayuda a tomar conciencia de la presencia de Dios, porque nos concentra mejor en él, recoge nuestra atención y nos orienta a un encuentro personal, íntimo, cercano, directo
Si de verdad amamos a Dios o al menos desearíamos amarlo, hay que decirlo. Y sobre todo decírselo de manera que lo escuchemos y descubramos así cuanto hay de verdad o de apariencia para que al menos dejemos que en esas palabras que sólo la carga de verdad que tengan, aunque sea pequeña. 



Podemos decirle a Dios en voz alta lo siguiente:


"Señor Jesús, yo sé que estás aquí conmigo.
Aunque no te vea, estás aquí. Aunque no lo sienta,
estás con todo tu amor, me estás escuchando.
Abre mi corazón para que te reconozca, porque
estás aquí, Señor, estás aquí, conmigo".-





Fuente: "Claves para vivir en plenitud " - Editorial Paulinas.

(almas_peq)

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