lunes, 15 de abril de 2013

El silencio es básico en la condición humana.




El silencio, fue en el pasado algo que era preciso saber manejar en la condición humana.
El silencio se daba por hecho.
Cuando los hombres subían con sus rebaños a lo alto de una solitaria montaña en la que pasaban semanas, tenían que aprender a estar en pàz consigo mismos. Las mujeres trabajaban en las cocinas moliendo maíz y desplumando pollos, sumidas en sus pensamientos, sintonizadas con las cosas que las rodeaban.
Los niños cosechaban en los campos en largas hileras separadas, aprendiendo desde pequeños a escuchar a los pájaros, el viento y el agua, urdiendo sus fantasías con los materiales de la tierra.
El silencio era una parte amistosa de la vida, no una carencia, no algo temible. La gente sabía que el silencio en que vivían como algo cotidiano era cualquier cosa menos vacío, mas bien todo lo contrario.
Su silencio estaba lleno del yo y de todo su clamor. El silencio tenía cosas que enseñar y era un tanto severo., lleno de ángeles con los que luchar y de demonios a los que aplacar.





El silencio persistía, exigente y sombrío dentro de nosotros, esperando atención. La sustancia del silencio, como se ve, es un alma despertando, algo que, como saben todos los grandes autores espirituales, los corazones superficiales evitan constantemente. Una cosa es luchar a brazo partido con los demonios exteriores, y otra enteramente distinta hacer frente a los adversarios interiores. Pero debemos atrevernos a hacerlo, o moriremos sólo medio hechos, sólo parcialmente humanos, sólo a medio crecer.

En ello, por supuesto, reside el vínculo entre el silencio y la humildad. Cuando el gran guía espiritual Benito escribió su tratado sobre la humildad, lo cimentó en el fundamento de la vida.No escribió sobre la humildad para hacernos sumisos a otros en toda nuestra vergüenza, sino para que pudiéramos llegar a conocernos a nosotros mismos en toda nuestra gloria.
La humildad exige -como nos enseña en los primeros ocho grados-  que dejemos a Dios ser Dios en nuestra vida, que renunciemos a nuestra pretensión  de total independencia, que nos quitemos la máscara y dejemos de desempeñar el papel que representamos en público, y que estemos abiertos a aprender de las figuras sabías que han recorrido el camino antes que nosotros.



Fuente:"Doce pasos hacia la libertad interior" - Joan Chittester - Sal Terrae- Santander - (71-72)

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