¿Cuál es el llamado de orden para los corazones adheridos a nuestra Madre?
No es otra cosa que aquél que fue dado en la gran profecía del Génesis 3:15, donde se nos dice nuevamente, que desde el principio habrá una gran batalla histórica entre la Mujer y la serpiente. "Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu generación y su generación"
La batalla se ha desarrollado en varias etapas a través de la historia de la humanidad. Debemos esperar que mientras el rol de esta Mujer llega a un climax dramático, la malicia del adversario también se manifestará con una fuerza sin precedentes. Durante los momentos decisivos de esta batalla, debemos obedecer las palabras de la Escritura que dicen "no tengáis miedo" (Jn 6:20). Este es el tiempo de valor y de esfuerzos redoblados por la salvación de las almas.
Escuchemos la penetrante profecía de "Nuestra Señora del Rosario" dada en Fátima. Durante la aparición crucial del 13 de Julio de 1917, nuestra Santísima madre dijo al mundo a través de los niños de Fátima:
"Quiero que vengas aquí el 13 del mes entrante para continuar rezando el Rosario cada día en honor de Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz en el mundo y para que se termine la guerra, porque solamente Ella puede ayudarles"
Sacrifíquense por los pecadores y digan muchas veces, especialmente cuando hagan algún escrito: Oh, Jesús, es por Tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María".
Cuando Nuestra Señora pronunció estas palabras conclusivas abrió sus manos, como lo había hecho durante los dos meses anteriores. Los rayos de luz que salieron de sus manos parecieron que penetraban la tierra, y, en palabras de Lucía:
"Vimos, como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en este fuego había demonios y almas en forma de humanos, como transparentes ascuas ardientes, todas ennegrecidas o bruñidas en bronce, flotando en medio de la conflagración, ahora elevados al aires por las flamas expedidas dentro de ellas mismas jusnto con grandes nubes de humo, ahora ayendo en cada lado como chispas en enormes incendios, sin peso o equilibrio, en medio de gritos y gemidos de dolor y desesperación, tal que nos horrorizaron y nos hicieron temblar con temor (debió haber sido la visión la que me hizo gritar, como la gente dice que me oyó). Los demonios podían ser distinguidos por sus aterrorizantes y repugnantes parecidos a horrorosos y desconocidos animales, negros y transparentes como carbones ardientes. Aterrorizados y como para suplicar socorro, volteamos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo muy amable y tristemente:




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