domingo, 25 de marzo de 2012

"Aflojarse ante los demás"...


Al estar encerrado y permanecer de tal manera en su propio yo, hace que esa persona no perciba a su prójimo ni lo valore, lo aprecie, como debe hacerse.
Estar cerca de ellos para amar, para comprender, para sonreírles, para ser uno más en este mundo de hermanos. El amor sincero solamente es posible si Dios toca el corazón con su gracia, pero también es cierto que es necesaria la cooperación de nuestra parte para que esa gracia divina pueda transformar todas las dimensiones de la persona.
Para ello, tratar de mirar a esa persona que me interrumpe y me impacienta como alguien de altísimo valor, porque es creado por Dios, porque es imagen de Dios porque está llamado a la felicidad eterna, porque Dios tiene el proyecto de restaurarlo y liberarlo de todos sus males, porque Dios ama su vida y tiene derecho a estar en este mundo, porque Jesús derramó por él su preciosa sangre, porque el Espíritu Santo actúa en todos los seres humanos y seguramente hace cosas buenas también en su corazón,etc.
- Reconocer que los seres humanos siempre valen más que las cosas, que las tareas, que los proyectos. Cualquier proyecto mío puede ser interrumpido si un ser humano me necesita, cualquier deseo mío puede ser pospuesto si una persona me reclama un instante de atención. Por eso, siempre será más noble intentar amar y relajarme ante un ser humano, venciendo mis rechazos internos y prestándole mi atención, que cualquier práctica para sentirme bien o cualquier proyecto que me haga sentir dichoso. Un ser humano siempre tiene derecho a ser atendido y amado gratuitamente y a ser tratado con cariño, aun cuando haya que decirle que no a alguna de sus pretensiones.


Ayudar a otro, es ayudarse a sí mismo, porque cuando me entrego a otro se derrama en mí el poder de Dios que bendice mi vida. El manantial que deja de dar agua, desaparece. Por eso es un suicidio levantar barreras, escapar de los demás, competir con ellos. Todas esas barreras deben ser rotas para que yo pueda encontrarme a mí mismo, hasta que sienta que los demás son mi propia carne.Dice la Biblia que el ayuno que Dios quiere es: <<hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo, y no eludir al que es tu propia carne. Entonces surgirá tu luz como la aurora>>.(ls 58,7-8)




  


Fuente: "Claves para vivir en Plenitud" - Editorial San Pablo - Bs. As. (129-131)

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