viernes, 27 de abril de 2012

ECOS DEL MENSAJE: EDITORIAL

Manténte tiernamente unida a mi Divino Corazón, por tu fidelidad, por tu sumisión. (Mensaje del 4.6.1967)Este Mensaje es siempre actual `para nosotros. Esto nos pide Jesús, y nosotros tenemos, en María, el ejemplo de cómo se hace vida esta petición.
De Cristo aprendió María a ser fiel a Dios, y de ella aprendemos nosotros a ser fieles a los dos, al Padre y al Hijo, con la ayuda del Espíritu Santo, en cuya comunión, también, la Virgen nos introduce. Recordemos la audaz afirmación de San Maximiliano Ma. Kolbe: la Inmaculada Concepción es como una "Encarnación" del Espíritu Santo.
Me interesa sobre todo el adverbio que usa Jesús: tiernamente; porque expresa una de las claves de la espiritualidad (= del modo de vida) del Alma pequeña: Yo hablo TERNURA; Habla ternura; o Sé tiernamente Yo... nos dice el Señor en el Mensaje. La TERNURA es la forma propia de nuestra fidelidad a Cristo, de nuestra sumisión a Él, de nuestra unión a Él, a su Divino Corazón, de nuestro mantenernos, de nuestra permanencia en Él... La ternura de la Trinidad al crear y darnos a María; la del Ángel que, en su Nombre, le trae la embajada; la del Hijo tomando suave posesión de su seno; la del Espíritu que la envuelve delicadamente con su sombra; la de María al asentir sin resistencias; la de José recibiéndola consigo.
Ternura viene a ser la manifestación más "refinada" del ser-Amor de Dios, y revela en nosotros su presencia. Es el índice de un gran autodominio que solo brota en el alma que vive sumida en el orden de ese Amor. Ambas dimensiones concurren en María, nuestra Madre, nuestra Maestra. ¡A.R.D.O.R!


Francisco Javier Pérez Sánchez
Consiliario Nacional LAP España












Revista Ecos del Mensaje - Mayo-Junio 2010-LAP ESPAÑA

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