Cuando hemos llegado a admitir nuestras debilidades y limitaciones, existe alguien -amigo, cónyuge, progenitor, alguna persona lo suficientemente cercana como para preocuparse por nuestro desarrollo- nos guía a través de la ciénaga de incertidumbres y luchas en que nuestra vida, de algún modo, se ha convertido. Alguien nos sostiene mientras avanzamos. Con quien se preocupa por nosotros, nos desprendemos de todas las falsas imágenes y nos convertimos en quienes verdaderamente somos. Aprendemos a reconocer los puntos fuertes del otro a fin de que puedan, a través de nuestras debilidades, sacar lo mejor de nosotros.
La humildad nos hace valientes. Una vez que admitimos lo que somos, ¿qué otra crítica puede rebajarnos, menoscabarnos o destruirnos? Una vez que sabemos quienes somos, mueren todas las falsas ilusiones de grandeza y todo el fariseísmo. Nos ponemos en paz con el mundo. Una vez que nos deshacemos de la carga de la perfección, podemos empezar a relajarnos y vivir.
Fuente: "Doce Pasos hacia la Libertad Interior" - Págs. 46-47.-
(almas_peq)
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