viernes, 1 de marzo de 2013

Luchar contra Dios...



L L E G A R  A  M I  C E N T R O

Hay una forma negativa y enfermiza de luchar contra Dios: cuando levantamos barricadas para lograr que Él no se apodere de nuestra autonomía, como si su presencia fuera a debilitar nuestra libertad y nuestra vida.
Pero hay una dimensión, que es el centro de nuestro ser, donde somos nosotros mismos con independencia de todo lo demás y de todo lo que sucede fuera de nosotros o en nuestra superficie.
Cuando dejamos que esa dimensión ocupe el primer lugar, parece como si por un instante se olvidara todo, se superara todo. Todo se simplifica y llegamos a percibir el valor de nuestra identidad, la identidad personal única e irrepetible que Dios ha regalado a cada uno y que permanece aunque todo se termine.
En ese núcleo vital puede producirse el encuentro con Dios más sincero, más libre y más alto, la adoración más generosa y humilde, el reconocimiento más claro de que Él es el importante y vale más que todo, por encima de todo y más allá de todo.
Ahí es posible una experiencia única de oración.
Cuando no somos capaces de llegar a ese núcleo de nosotros mismos, nos atrapan mil temores, nerviosismos, angustias, preocupaciones.
Y sabemos que ahí sólo Dios puede llegar, nadie más. pero si no queremos que Él actúe ahí, siempre habrá algo que clamará pidiendo vida, y entonces escaparemos tratando de ocultar el clamor interior. pero ese núcleo profundo seguirá gritando de dolor y de vacío, y nunca estaremos cómodos con nosotros mismos. Es lo que decía san Agustín de su época mundana : "Era yo para mí mismo un lugar de desdicha en el cual no soportaba permanecer."
Y además, en esta huida de Dios y de sí mismo, el hombre pierde la consciencia de quién es él en realidad y cuál la finalidad de su existencia. Se pierde en una función social, en la apariencia y la figura, y deja de tener consciencia de sí mismo, de su yo real, ya no sabe quién es. San Agustín lo expresaba bien cuando decía: "Me convertí en un oscuro enigma para mí mismo."





Fuente: "Claves para vivir en plenitud" - Víctor Manuel Fernandez - 

(almas-peq)

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