lunes, 6 de febrero de 2012

Alguien llamado San Juan de la Cruz.



"Y, aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal,
no es tan crecido mi mal,
porque, si de luz carezco,
tengo vida celestial.
Porque el amor da tal vida,
cuanto más ciego va siendo,
que tiene al alma rendida,
sin luz y a oscuras viviendo".

Juan de la Cruz.

El renombre de Juan de la Cruz lo precede de tal modo que es difícil no vernos tentados de volver atrás, aun antes de conocer su semblanza espiritual.
Él es habitualmente considerado el maestro espiritual por excelencia de occidente. Nadie mejor que él puede conducir al alma enamorada más profunda, insistente y libremente, ni puede encaminarla mejor hacia los misterios de la unión personal con Dios. Aun para quienes no han leído ni una sola de sus palabras, que pueden parecer, a un principiante fácil de desanimar, más aterradoras que atrayentes. Por eso, muchas personas consideran que sus escritos se dirigen sólo a aquellos que están muy avanzados en el camino espiritual, y no son apropiados ni accesibles para quienes están dando sus primeros pasos, muy bien intencionados pero tambaleantes.
Pero en algún lugar debemos comenzar, y ¿quién podría ser un guía más digno de confianza que alguien que haya llegado allí donde deseamos ir, y que haya trazado el mapa de la ruta más directa al corazón de su Creador? Podemos estar seguros de que, el de Juan, no es un sendero suavizado para vacilantes, sino un camino cuidadosamente diseñado para advertirnos de cada atajo tentador; un camino que asegura que nunca estemos en duda de hacia dónde nos dirigimos -la plena unión final con Dios- y lo que implica alcanzar nuestro destino. En el momento  de nuestra partida, y a cada paso a lo largo del camino, San Juan se asegurará de que entendamos que nuestro equipaje espiritual, por más confortable y familiar que nos resulte y aunque nos dé seguridad, si no es de Dios, deberá ser dejado atrás.

        Las cosas de las cuales hemos llegado a depender, y con las que hemos llenado el cofre de nuestra esperanza espiritual: nuestros recuerdo, imágenes, nuestras acostumbradas palabras, serán a la luz de Juan de la Cruz no ya recursos para nuestro crecimiento, sino obstáculos que deben ser abandonados para que Dios pueda ocupar nuestras vidas con el don de sí mismo. Juan insistirá en que no podremos llegar a ninguna parte hasta que muramos a lo que siempre hemos considerados como vida.
El mensaje de Juan trata de volver el día en noche. Esto es lo que debemos esperar. No ocurrirá de repente, pero al enfrentarnos con estas realidades espirituales muy pronto, en nuestro andar, comenzaremos a ver nuestra vida de una manera distinta, y a ganar la visión interior más fundamental en el camino del Espíritu. Seguiremos nuestro itinerario sin ilusiones, excepto, por supuesto, aquellas a las cuales insistamos en aferrarnos, y conociéndonos a nosotros mismos, podemos estar seguros de que habrá muchas de éstas.

Podríamos vernos tentados de creer que este hombre, uno de los más grandes poetas españoles (San Juan de la Cruz ha sido declarado patrono de los poetas españoles), que escribió varias de las obras más importantes y teológicamente profundas de la espiritualidad occidental, lo hizo desde una tranquila celda monástica o desde una silenciosa biblioteca universitaria. De hecho, él creó su principal obra poética, el Cántico Espiritual, en una celda conventual, y pasó la mayor parte de su vida monástica viajando miles de millas a lo largo y a lo ancho de España. Como ayudaba a Teresa de Ávila, se encontraba muy involucrado en la confusa política de la reforma de la Orden Carmelita. Al mismo tiempo, se desempeñaba como director espiritual, llevando a cabo su misión tanto personalmente como por correspondencia. Todo esto, que puede parecer dramático, no lo fue; se trata, en realidad, del mismo esfuerzo, desgastante, cotidiano, que nos resulta tan familiar a nosotros.
Este hombre, el más grande entre los místicos, encontró la unión con Dios en los agotadores detalles y exigencias del vivir de cada día. No hay, después de todo, ningún otro lugar para encontrar a Dios más que allí donde nos encontremos. Y 
esto se aplica tanto a grandes santos, tales como san Juan de la Cruz, como a principiantes que van tropezando por el camino al igual que nosotros.*


"No temas a la Noche" - John Kirvan - Edit. Paulinas - (7-8-9-10)


(almas_peq)

No hay comentarios:

Publicar un comentario