domingo, 12 de febrero de 2012

"Mujer, aquí tienes a tu hijo..."

MARÍA AL PIE DE LA CRUZ


Junto a la Cruz de Jesús, estaba su Madre, con su hermana María, mujer de Cleofás, y María magdalena. Al ver a su Madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo:
"Mujer, aquí tienes a tu Hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu Madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
             (Jn. 19,25-27)

La hora del Señor ha llegado y junto a Él, inseparable, Su Madre. Contemplando en silencio, compartiendo su dolor. Al pie de la Cruz, cruzando miradas cargadas de sentido. Madre. Hijo.
¡Qué mayor dolor que asistir a la ejecución de su Hijo amado! Pero su Esperanza no decae. Jesús volvería a la vida venciendo a la muerte e instaurando una nueva creación. Dios pronunciaría su palabra y de la muerte brotaría la vida en abundancia.

Al llegar su hora, Jesús declara que la maternidad de maría se prolonga a todos los que lo buscan y creen en Él. Juan representa a todos los hombres, a quienes Jesús les confía a su Madre.
Es también  "la hora" de María, en la cual alcanza su máxima realización maternal. De la misma Cruz que vencerá a la muerte brota anticipadamente la vida en María entregada a todos los hombres.

María va descubriendo que su maternidad trasciende el aspecto físico. En Jesús y por medio de Él, Ella se va transformando en la madre de la humanidad.
Esta larga gestación tiene su origen junto a la Cruz. 
María es Madre de todos los hombres. Su hora también ha llegado.






MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO

¿Qué significan estas palabras para nosotros? En primer lugar María es también nuestra Madre.No solo vela por nosotros sino que intercede ante el Padre para que Jesús nazca en nuestros corazones.
A través de María, Jesús sigue viniendo al mundo. Ella es la Madre de la fe.
María está presente en el corazón de su pueblo, compartiendo sus dolores y miserias, nos convoca desde los más pobres al trabajo evangelizador. 
Con su ayuda descubrimos la realidad del pecado que mina las esperanzas de nuestros hermanos.
Las situaciones de nuestro continente americano, y de muchos lugares de la tierra, que son marginación, injusticia y corrupción, exige del pueblo de Dios y de cada cristiano un auténtico heroísmo en su compromiso evangelizador, a fin de poder superar semejantes obstáculos. Ante esta realidad la Iglesia se sabe limitada y pequeña, pero se siente animada por el Espíritu y protegida por María. Su poderosa intercesión le permite superar las estructuras de pecado en la vida personal y social y le obtendrá la verdadera libertad que viene de Cristo Jesús. (DP 281)



AHÍ TIENES A TU MADRE

Como hijos suyos, nuestra tarea es doble. Por un lado, le debemos atención y devoción filial; por otro, nos toca asistirla en su misión de engendrar a Cristo en la tierra.

En el Evangelio hemos visto cómo Juan, el discípulo amado, recibió a María y la acogió en su casa. Este gesto de Juan, nos concierne también a nosotros. Para seguir a Jesús, también deberemos recibir a María. Somos responsables de recibirla y acogerla en nuestra casa. 
Es decir "abrirle " el corazón para que ella entre en "nuestra casa". Que invada nuestra vida y la fecunde.
María será de tal manera, nuestra guía y consejera. Ella irá modelando en nosotros los rasgos de Jesús. 
Esta piedad mariana que reconoce y venera a la Madre es característica de nuestros pueblos y forma parte de su identidad cultural. Desde los orígenes de la evangelización, "María constituyó el gran signo de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo con quienes Ella nos invita a entrar en comunión. María fue también la voz que impulsó la unión entre los hombres y los pueblos" (DP 282) 

Vivir como hijos de María nos debe conducir a amarla e imitarla en sus virtudes, hacer nuestras sus opciones y a seguirla en su camino. Todo hijo lleva consigo actitudes, gestos y valores transmitidos por sus padres. Como hijos suyos deberíamos hacer nuestras sus palabras del Magníficat, disponiéndonos como ella a vivir en la apertura, fidelidad y servicio al Dios que da sentido a la vida.




O R A C I Ó N

Madre,
en la cruz asistimos
al momento cumbre de tu vida, 
para el cual recorriste
un largo camino
y viviste en dolorosa espera.
Tu fe y tu amor de madre
probados hasta el extremo.
Tu Hijo Jesús,
colgado allí en la cruz,
dando su vida
para salvar la nuestra
y liberarnos del pecado
y de la muerte.
Tú, fiel a su lado,
como siempre,
acompañando en el silencio,
cumpliendo su palabra
hasta en lo más difícil.
María, al pie de la cruz,
hecha Madre nuestra,
despierta el corazón filial
que anida en cada hombre
y lo convoca al encuentro
con su Hijo.

Madre, queremos colaborar
en tu misión,
dar a Cristo entre los hombres,
para hacer realidad su Reino
entre nosotros.
Acompaña nuestra entrega
y guíanos hacia el Padre.




"María, Su camino y el Nuestro" - Marcelo A. Murúa - Ediciones Paulinas - (59 al 66)


(almas_peq)

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