miércoles, 22 de febrero de 2012

¿A QUÉ LE LLAMAMOS SACRIFICIO?


San Agustín define como  sacrificio cristiano a cualquier acto que se realiza para entrar en filial comunicación de amor con Dios: el sacrificio es, por tanto, una pascua, la entrada en la tierra divina. Lo que cuenta, en el concepto de Agustín, no es la acción sino el fin de la misma. También el sacrificio es, entonces, una gracia del Espíritu Santo, que suscita en el hombre redimido, a partir del espíritu de fe, el de sacrificio. En otras palabras, podemos decir que el sacrificio, entendido en un sentido objetivo, es el hombre mismo que, movido por el amor, pasa del cuidado de las cosas a la dedicación única de su existencia a Dios, dando a su vida el significado de un acto de amor; he ahí el sacrificio por excelencia. Pero hay más: para llamarlo cristiano, hay que llegar hasta el final de la reflexión, es decir, hasta el sacrificio fundamental, principal, el del Calvario, en el que Cristo se ofrece a llevar a toda la Iglesia, su esposa, a la gloria del padre en la resurrección. Por tanto, toda nuestra vida, como sacrificio cristiano, está relacionada con la Eucaristía que, a su vez, está vinculada a la cruz, sacrificio perfecto, entrega total de Cristo- hombre a la voluntad y al amor del padre, y capaz de atraer hacia sí a la humanidad entera. ¿Cómo practicamos el sacrificio en nuestra vida diaria? Mediante la "correcta orientación del corazón", que antaño se llamaba la recta intención: en ella se resume la ascesis cristiana. El hombre que ha centrado toda su existencia en el propósito de querer agradar sólo a Dios, entra en el sacrificio de Cristo y, por tanto, en el Reino del Padre; participa en la plenitud de Dios y hace participar en ella la realidad que Él santifica con la correcta orientación del corazón.*




"Revista Ecos del Mensaje" - LAP Argentina


(S.B.)

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