sábado, 19 de mayo de 2012

ESOS PLACERES PASAJEROS...





"Se puede decir que la fugacidad es un distintivo de la espiritualidad. Mucha gente piensa lo contrario: que lo espiritual es imperecedero. Pero cuanto más tiende una cosa a ser permanente, más tiende a carecer de vida... Somos reconocidos por el hecho de que nuestro rostro parece el mismo de un día para el otro, y la gente reconoce eso. Pero en realidad el contenido del rostro, el agua, los carbonos, los elementos químicos y lo que sea, están en contínuo cambio... El cuerpo es en realidad muy intangible. No podemos concretarlo, decae, y todos envejecemos. Si nos aferramos al cuerpo nos frustraremos. Lo importante es que el mundo material, el mundo de la naturaleza, es maravilloso mientras no tratemos de apoyarnos en él, mientras no nos aferremos a él. Si no lo hacemos podemos llegar a pasarlo muy bien." (A. Watts, "La vida como juego", Kairós, Barcelona 1994, 18-20)


Cuando uno no reconoce la fugacidad de las cosas y de los placeres, pierde su dignidad y comienza a venderse y a arrastrarse detrás de necesidades obsesivas.
Hay que reconocer ese engaño y soltar, simplemente soltar. Dejar ir, dejar pasar.
Por no soltar las cosas fugaces, nos exponemos a una larga infelicidad, porque <<la tendencia a buscar de una forma compulsiva los placeres pasajeros, es a menudo el origen de frustraciones duraderas y considerables>>
Una persona, <<al permanecer en los brazos de su madre, habría conseguido un placer, pero este le habría impedido desarrollarse lo suficiente como para llegar a moverse por sí mismo y disfrutar de los placeres que proporcionan la independencia y la autonomía físicas>>(L Auger, "Ayudarse a sí mismo aún más", Sal Terrae, Santander 1998, 28-29)






No vale la pena aferrarse a algo que pasa, que se acaba, que desaparecerá como desaparece todo. Hay que conservar sólo la esencia profunda de las cosas y dar paso a una nueva forma de amistad diciéndole "adiós" con una sonrisa a lo que ya pasó.
Después de esta entrega  podremos detenernos a disfrutar lo que la vida nos regale: el cielo azul, la brisa, el verde, un té, el encuentro con amigos, el trabajo, etc.


En ese adiós consciente hay que relajar el cuerpo, soltarse y caminar ligero y liberado durante unos minutos, respirando profundo, mirando al cielo y diciendo: "Es mejor la libertad. No estoy hecho para la esclavitud"






Fuente: "Claves para vivir en plenitud"- Ediciones San Pablo - Bs. As. (207-208)

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