martes, 17 de julio de 2012

DEJARSE ESTAR EN LOS BRAZOS DE DIOS.



Jesús, el mismo Hijo de Dios, vivió en su propia carne lo que supone el vértigo de tener que depender amorosamente sólo de Dios.
Cuando uno se ha vuelto impotente, se ha dado cuenta de su debilidad total y de sus límites, ha aceptado su necesidad de confiar en el Padre, entonces, ha aceptado su necesidad de confiar en el Padre, entonces se entrega a Él con una ternura inédita y total docilidad, como Jesús en la cruz: <Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu> (Lc 23,46)
Jesús experimentó como nadie ese paso maravilloso e inexplicable de la resistencia ante el sufrimiento (<Si quieres, aleja de mí este cáliz> a la entrega completamente dócil y confiada (<Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu>) En su propia intimidad, cuando todo estaba oscuro, tuvo que aceptar ese salto vertiginoso. Pero ese salto sólo es posible si uno confía en el amor de otro.

Por su propia experiencia, Jesús nos comprende y está con nosotros para que demos ese paso y gocemos como él del inmenso alivio que se alcanza. Es el alivio del amor que puede regalarnos si nos acercamos a él con el corazón: <<Venid a Mi todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré>>. Cargad con mi yugo y aprended de Mi que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso>> (Mt 11,28-29)


Acercándonos a Jesús, él nos enseña a se mansos ante el Padre Dios, a dejarnos tomar por sus brazos a descansar sin miedo, sin resistirnos, en su regazo.
Dejarte amar por el Padre como Jesús, es dejar a Dios que te ame <<como él quiera>> Es dejarte amar también en medio del dolor o de las dificultades, como el niño que siente alivio en los brazos amorosos de su madre en medio de una enfermedad, o como la mujer que descansa en los brazos de su amado después de haber sufrido una agresión. Intenta entrar en oración, colocar en la presencia de Dios lo que te hace sufrir , y dejarte amar por él allí, precisamente allí.



Fuente :"Claves para vivir en plenitud" - 

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